Las visitas semanales suelen tener siempre la misma forma. Y las mismas conversaciones. Sin embargo me gusta ir, estar un rato con ellos y hacerles compañía. Realmente la sienten cuando aparezco por allí.
Trato de imaginar lo que es estar solo todos los días. En realidad se tienen el uno al otro, pero claro, con las teclas de uno y otro, supongo que los días deben pasar muy lentos... Y también tienen a Dios. Lo más importante.
La otra tarde, la conversación habitual derivó en algo más interesante.
La sociedad española ha cambiado. Ha habido avances en ciertos aspectos, pero también muchos otros retrocesos.
Protección de niños, mujeres y otros colectivos ante el maltrato, si bien siempre ha existido, pero al no estar la sociedad tan
concienciada pues era algo que no destacaba tanto.
Pero la sociedad también ha perdido mucho. Ha perdido moralidad, ética... Todo es relativo, todo vale, sólo hace falta saber justificar la propia actitud. La educación de los hijos ha decaído en apenas unos años. ¿Qué ocurre?
Hace una década iba al colegio, y los niños aún éramos niños. Si bien por aquel entonces empezaban a verse ciertas actitudes hacia el cuidado (o mejor dicho, descuidado) de los hijos, eran las menos. Pero se han puesto a la orden del día, y lo más
normal ahora es que un niño de apenas 5 añitos se rebele ante sus padres, y les conteste, e incluso no reconozca su autoridad. ¿Cómo es eso? Quizá debido a un gran avance: la importante incorporación de la mujer al mercado laboral, de forma masiva. Y digo quizá, porque no todos hemos salido igual. Sin embargo, ahora apenas tienen tiempo los padres de educar a sus hijos, o de pasar tiempo con ellos. ¿Y qué ocurre? Que cuando están con sus pequeños les consienten todo, por no oirles renegar y tener un tiempo tranquilo en casa a la vuelta del trabajo. Pero claro, esta actitud hace que lo que se trata de hacer que aprendan en los colegios pues unos padres consentidores lo tiran por tierra. Y encima, estos mismos, son incluso de ir a recriminarles cosas a las personas que intentan hacer que sus hijos aprendan un poco.
En fin... No sé muy bien cómo la conversación giró por aquí, pero pasó de esto a la falta y miedo al compromiso de cierta generación de jóvenes cristianos. Bueno, y no cristianos también.
Esa tarde fue interesante. Más que médicos y familiares conocidos apenas de nombre. Más que las mismas preguntas de siempre. Más que la sensación de incomodidad ante ciertas preguntas que comprometerían mi respuesta y quizá variarían su visión particular sobre otras personas.
Pero, pese a que casi siempre la conversación es más que rutinaria, siento la necesidad de hacerles compañía, aunque apenas sea un ratito a la semana. No siempre estarán ahí, y el tiempo de su fin cada vez parece más cercano. Me siento afortunada por poder disfrutar de ellos, y de que puedan transmitirme un poquito de todo lo que han vivido.
Gracias por la familia.