"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo"
Oscar Wilde

sábado, 27 de marzo de 2010

Brumas. Nubes. Cambios


Como un día con brumas. Como un día de sol con nubes altas que van y vienen. Tan pronto puedes estar disfrutando del sol en tu piel, como descubrir una pequeña nube gris que lo deja oculto unos minutos.



Llevo unas cuantas semanas sintiéndome así. Cambiante. Confusa. Difusa…

Me planteo ¿qué soy?, ¿quién soy?, ¿cómo soy?, ¿qué quiero ser?, ¿cómo quiero ser?, ¿qué quiero reflejar?, ¿cómo dejar huella?, ¿dónde he de estar?, ¿cómo empezar la nueva etapa?…

La sucesión de preguntas sigue y sigue y sigue… Con cada pregunta, surge una nueva, más difícil que la anterior.




Lanzando preguntas. Buscando respuestas.

lunes, 22 de marzo de 2010

Miedos

Vivo en una pequeña ciudad, aunque siempre será el "pueblo" para mí. No vivo en una mala zona, a nivel de tipo de gente que te puedas encontrar, pero aún así, el pueblo es muy diferente un domingo por la noche a lo que es cualquier otro día de la semana. Nadie por la calle, nada abierto (ni siquiera el bar). Vamos, que da un poco de respeto ir por la calle y sola, aunque apenas sean las diez y media. ¿Será que me hago mayor?

El porqué

No se entiende. Que una valenciana diga que no le gustan las fallas la gente no lo entiende. Y sin embargo, somos bastantes.

¿Que por qué no me gustan? A ver, déjame que piense... ¡Ya lo tengo!


Es una fiesta derrochadora. Gastarse más de media unos 200.000 euros por comisión (asociación de falleros, hanrá unas 750) en algo que va a estar expuesto 4 días y va a acabar siendo pasto de las llamas es una aberración en los tiempos que corren. Y ojo, hablo de datos medios, donde existen comisiones que gastan sólo unos pocos miles, y luego hay otras que llegan a los ¡¡¡600.000!!! Y no sólo por los tiempos que corren, ya no por la crisis, sino por la esa gran parte del mundo que no tiene siquiera un euro al día para vivir.

Aparte del derroche, está la contaminación. Y podemos hablar de todo tipo de contaminación. Acústica, lumínica, de la atmosfera... Porque cada día la ciudad rompe el cielo a medio día alcanzando los 170 decibelios, porque hay calles que tienen más luz que un día radiante de sol y porque los más de 1500 monumentos falleros (2 por comisión) se realizan con materiales que, al quemarse, emiten unos gases y unos humos que no son nada sanos, ni para las personas, ni para el planeta.

Además, está la poca civilización, cuidado de las cosas comunes de la ciudad y lo sucias que son las personas. Se come por la calle, se bebe por la calle, se emborrachan por la calle... Y luego, todos los restos quedan toda una semana en las calles. Vale, que Valencia no brilla precisamente por ser la ciudad más limpia de España, pero de ahí a que ni siquiera el sistema público de limpieza trabaje en condiciones... Una imagen para lo sucia que se queda la ciudad: este año, dos días después del fin de la fiesta, aún se veían amontonadas decenas de botellas por las calles, y montones de papeles y restos de petardos (¡y eso que ha llovido durante dos días!).

Luego está lo poco prácticas que son. Un mes antes empiezan a ir cerrando poco a poco accesos y calles a determinadas zonas de la ciudad, hasta que definitivamente barrios enteros se blindan y a los que sólo puede accederse a pie. Es un poco excesivo, para una fiesta que oficialmente va del 15 por la noche a la madrugada del 20...


Creo que podría seguir dando detalles de porqué no me gustan las fallas. Hace años no eran tan sucias, masivas, ruidosas, exageradas, derrochadoras... E incluso tenía su encanto ir a ver alguna, recorrer la ciudad a pie... Pero ahora, y para mí, han perdido toda la gracia.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Expresar

Quiero expresar con palabras lo que ocurre, lo que me ocurre, lo que siento, todo.


Sin embargo, soy incapaz de hacerlo.



domingo, 7 de marzo de 2010

Visitas y conversaciones

Las visitas semanales suelen tener siempre la misma forma. Y las mismas conversaciones. Sin embargo me gusta ir, estar un rato con ellos y hacerles compañía. Realmente la sienten cuando aparezco por allí.

Trato de imaginar lo que es estar solo todos los días. En realidad se tienen el uno al otro, pero claro, con las teclas de uno y otro, supongo que los días deben pasar muy lentos... Y también tienen a Dios. Lo más importante.

La otra tarde, la conversación habitual derivó en algo más interesante.


La sociedad española ha cambiado. Ha habido avances en ciertos aspectos, pero también muchos otros retrocesos.

Protección de niños, mujeres y otros colectivos ante el maltrato, si bien siempre ha existido, pero al no estar la sociedad tan concienciada pues era algo que no destacaba tanto.

Pero la sociedad también ha perdido mucho. Ha perdido moralidad, ética... Todo es relativo, todo vale, sólo hace falta saber justificar la propia actitud. La educación de los hijos ha decaído en apenas unos años. ¿Qué ocurre?

Hace una década iba al colegio, y los niños aún éramos niños. Si bien por aquel entonces empezaban a verse ciertas actitudes hacia el cuidado (o mejor dicho, descuidado) de los hijos, eran las menos. Pero se han puesto a la orden del día, y lo más normal ahora es que un niño de apenas 5 añitos se rebele ante sus padres, y les conteste, e incluso no reconozca su autoridad. ¿Cómo es eso? Quizá debido a un gran avance: la importante incorporación de la mujer al mercado laboral, de forma masiva. Y digo quizá, porque no todos hemos salido igual. Sin embargo, ahora apenas tienen tiempo los padres de educar a sus hijos, o de pasar tiempo con ellos. ¿Y qué ocurre? Que cuando están con sus pequeños les consienten todo, por no oirles renegar y tener un tiempo tranquilo en casa a la vuelta del trabajo. Pero claro, esta actitud hace que lo que se trata de hacer que aprendan en los colegios pues unos padres consentidores lo tiran por tierra. Y encima, estos mismos, son incluso de ir a recriminarles cosas a las personas que intentan hacer que sus hijos aprendan un poco.


En fin... No sé muy bien cómo la conversación giró por aquí, pero pasó de esto a la falta y miedo al compromiso de cierta generación de jóvenes cristianos. Bueno, y no cristianos también.



Esa tarde fue interesante. Más que médicos y familiares conocidos apenas de nombre. Más que las mismas preguntas de siempre. Más que la sensación de incomodidad ante ciertas preguntas que comprometerían mi respuesta y quizá variarían su visión particular sobre otras personas.

Pero, pese a que casi siempre la conversación es más que rutinaria, siento la necesidad de hacerles compañía, aunque apenas sea un ratito a la semana. No siempre estarán ahí, y el tiempo de su fin cada vez parece más cercano. Me siento afortunada por poder disfrutar de ellos, y de que puedan transmitirme un poquito de todo lo que han vivido.

Gracias por la familia.