Los siguientes posts van a ser resumen de las meditaciones del I Encuentro de Evangélicos en la Economía y la Empresa, que tuvo lugar el pasado mes de marzo, en la provincia de Madrid.
La sección profesional de Evangélicos en la Economía y la Empresa (EEE) es una sección más de los Grupos Bíblicos Graduados que forman parte de los
GB Unidos, asociación evangélica española para promover el estudio de la Biblia en diferentes ámbitos: en los institutos, en la universidad y también en nuestros puestos de trabajo.
Pues bien, el pasado mes de marzo tuvo lugar en un emplazamiento precioso el primer encuentro de los EEE. Las ponencias corrieron cargo de Pepe Brossa, ingeniero de profesión, sobre dónde poner nuestra esperanza en los tiempos que corren, cogiendo como referencia básica, los dos primeros capítulos del libro de Nehemías.
En los siguientes posts desarrollaremos lo que nos compartió. Sin embargo, para dejar al lector reflexionando, copio el texto bíblico a continuación, que desgranaremos en las siguientes entradas.
1Éstas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías:
En el mes de *quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa, 2 llegó
Jananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá.
Entonces les pregunté por el resto de los judíos que se habían librado
del destierro, y por Jerusalén.
3 Ellos
me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la
provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La
muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus *puertas consumidas por el
fuego.»
4 Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. 5 Le dije:
«Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el *pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, 6 te
suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo
que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel. Confieso que los
israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos
pecado contra ti. 7 Te
hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los
mandamientos, preceptos y decretos que tú mismo diste a tu siervo
Moisés.
8 »Recuerda, te suplico, lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si ustedes pecan, yo los dispersaré entre las naciones: 9 pero
si se vuelven a mí, y obedecen y ponen en práctica mis mandamientos,
aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo los recogeré y
los haré volver al lugar donde he decidido habitar.”
10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. 11 Señor,
te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos
complacemos en honrar tu *nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le
concedas tener éxito y ganarse el favor del rey.»
En aquel tiempo yo era copero del rey.
2 Un día, en el mes de *nisán del año veinte del reinado de Artajerjes, al ofrecerle vino al rey, como él nunca antes me había visto triste, 2 me preguntó:
—¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor.
Yo sentí mucho miedo 3 y le respondí:
—¡Que
viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste, si la
ciudad donde están los sepulcros de mis padres se halla en ruinas, con
sus *puertas consumidas por el fuego?
4 —¿Qué quieres que haga? —replicó el rey.
Encomendándome al Dios del cielo, 5 le respondí:
—Si
a Su Majestad le parece bien, y si este siervo suyo es digno de su
favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde
están los sepulcros de mis padres.
6 —¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo regresarás? —me preguntó el rey, que tenía a la reina sentada a su lado.
En cuanto le propuse un plazo, el rey aceptó enviarme. 7 Entonces añadí:
—Si
a Su Majestad le parece bien, le ruego que envíe cartas a los
gobernadores del oeste del río Éufrates para que me den vía libre y yo
pueda llegar a Judá; 8 y
por favor ordene a su guardabosques Asaf que me dé madera para reparar
las puertas de la ciudadela del templo, la muralla de la ciudad y la
casa donde he de vivir.
El rey accedió a mi petición, porque Dios estaba actuando a mi favor. 9 Cuando
me presenté ante los gobernadores del oeste del río Éufrates, les
entregué las cartas del rey. Además el rey había ordenado que me
escoltaran su caballería y sus capitanes. 10 Pero
al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas, Sambalat el
horonita y Tobías el siervo amonita se disgustaron mucho.
11 Tres días después de haber llegado a Jerusalén, 12 salí
de noche acompañado de algunos hombres, pero a ninguno de ellos le
conté lo que mi Dios me había motivado hacer por Jerusalén. La única
bestia que llevábamos era la que yo montaba. 13 Esa
noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y la
puerta del Basurero. Inspeccioné las ruinas de la muralla de Jerusalén, y
sus puertas consumidas por el fuego. 14 Después me dirigí hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no hallé por dónde pasar con mi cabalgadura. 15 Así
que, siendo aún de noche, subí por el arroyo mientras inspeccionaba la
muralla. Finalmente regresé y entré por la puerta del Valle.
16 Los
gobernadores no supieron a dónde fui ni qué hice, porque hasta entonces
no había dicho nada a ningún judío: ni a los sacerdotes, ni a los
nobles, ni a los gobernadores ni a los que estaban trabajando en la
obra. 17 Por eso les dije:
—Ustedes
son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas, y sus
*puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense!
¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de
nosotros!
18 Entonces
les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les
relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron:
—¡Manos a la obra!
Y unieron la acción a la palabra.
19 Cuando
lo supieron, Sambalat el horonita, Tobías el oficial amonita y Guesén
el árabe se burlaron de nosotros y nos preguntaron de manera despectiva:
—Pero, ¿qué están haciendo? ¿Acaso pretenden rebelarse contra el rey?
20 Yo les contesté:
—El
Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos,
vamos a comenzar la reconstrucción. Ustedes no tienen arte ni parte en
este asunto, ni raigambre en Jerusalén.
(Texto Bíblico: Nehemías 1 y 2, Nueva Versión Internacional).
NOTA: se puede leer la meditación completa del Encuentro en este sitio.