Tarde del día de Navidad, después de muchas horas de cocina y de una comida copiosa y larga, llegas a casa, te cambias y dejas caer en el sofá.
Enciendes la caja tonta temiendo con qué nos deleitarán las cadenas en tan singular ocasión. Nada que vale la pena, a decir verdad. Pausa para publicidad. Normalmente aprovechas ese rato para saltar de canal en canal, pero no tienes fuerzas ni para eso.
De repente, un spot llama tu atención:
¿Qué? ¿Cómo? ¿Que la Navidad es qué? No, señores. No engañemos de esta manera al espectador. La Navidad no soy yo, ni usted. En todo caso, la Navidad es por mi culpa, y por la suya.
¿No lo entiende? Yo se lo explico. En Navidad celebramos que el Amor de Dios. Sí, el amor de Dios. Porque sino hubiese sido por ese amor tan grande, tanto que no somos capaces de comprender, Jesús no hubiese venido al mundo. ¿Y qué tengo que ver yo con eso? Pues... Es sencillo.
Dios envió a Jesús al mundo porque nos Ama, y nos quiso reconciliar con Él. Sí, estábamos separados de Él, somos pecadores. Pero quiso que, en vez de sufrir cada uno el castigo que merecíamos por ese pecado, su Hijo, su Único Hijo, se hiciera hombre, viniera a este mundo, y sufriera en su propio ser el castigo, la ira divina, que todo ser humano merece por su pecado. Así que, Jesús vino para morir (y luego resucitar) por mí y por usted. Por nuestro pecado.
Es decir, porque el ser humano es pecador, Jesús tuvo que venir a este mundo. Por nuestra culpa, Jesús tuvo que venir a este mundo. Por nuestra culpa (trangresión, pecado) existe la Navidad.
Es curioso cómo el mundo decide dar media vuelta y no querer ver.
¿Qué es la Navidad para ti?